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El joven vendedor, Richard, fue tras él. Por suerte, el anciano no había llegado muy lejos. Avergonzado, se disculpó profusamente por el lamentable comportamiento de sus compañeros.
El anciano sabía que Richard no había participado en nada de eso. Se limitó a sonreír y abrió su bolsa para mostrar el contenido al joven vendedor. Richard no podía creer lo que veían sus ojos.
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