Un Desastre
KQED.com
Advertisements
Linda tenía las mejillas hinchadas y los ojos rojos. Era evidente que había estado llorando. Agarró la mano de su hermana y le preguntó: “¿Te ha hecho daño?”.
Antes de que Linda pudiera responder, corrió a la cocina para limpiar la cara de su hermana. Su hermana la miró y susurró: “No, no seas tonta. Le pedí yo que se fuera”.
Advertisements